Se ha montado un buen revuelo estos días con la beatificación de 498 religiosos asesinados por las fuerzas republicanas durante la Guerra Civil. El hecho de que se hayan "olvidado" de los religiosos fusilados por las fuerzas nacionalistas ha desatado críticas incluso en el seno de la propia Iglesia.
Sin embargo parte de razón tenía el obispo de Sigüenza-Guadalajara en su entrevista del viernes pasado en la cadena Ser cuando señalaba que los asesinados por los nacionales no lo fueron por la defensa de la fe, razón sine qua non para ser considerado mártir del cristianismo.
A mi entender el problema radica en que no se tiene presente que la Iglesia (a pesar de lo complicado que pueda llegar a ser definir exactamente qué es la Iglesia) es parte implicada en el conflicto. En su momento tomó parte por uno de los bandos, pero sobre todo fue una palanca fundamental para el posterior proceso de represión ideológica y física.
Puede que parezca una anécdota, pero el otro día, dando un paseo con un grupo de amigos por La Orotava, observamos en la Iglesia de San Juan una lápida que recordaba a "Los caídos por Dios y por España", lista que encabezaba, como no podía ser de otro modo, José Antonio Primo de Rivera. Y les puedo asegurar que no es la única lápida de ese tipo que he visto en un templo religioso canario en estos últimos tiempos. Evidentemente la Iglesia canaria no se avergüenza de lo ocurrido en las Islas en esas fechas, y sigue exaltando los nombres de los caídos de un sólo
bando.
Mi conclusión, por tanto, es que deberíamos dejar de pedirle a la Iglesia que condene un período del que formó parte activa, y del que aún hoy no reniega. Lo único que tenemos que hacer es exigirle que cumpla la ley.
02-11-2007. Coletazos de la ley en Canarias
El caso Fernández Quesada se queda fuera de la ley de Memoria Histórica por 77 días. Lo llamativo del caso es que Luis Mardones, diputado de Coalición Canaria, se abstuvo en la votación. Puede que el hecho de que fuera el Gobernador Civil de la Provincia en el momento en el que ocurrieron los hechos ayude a entenderlo. Y de paso a entender por qué tantos se empeñan en mirar al futuro y no remover el pasado. Cosas de la transición.
02-11-2007. Para los interesados, el texto íntegro del proyecto de ley.
Gracias, Aarón.
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4 comentarios:
La Iglesia como institución privada puede beatificar o hacer directamente lo que quiera, pero también podría preocuparse menos por los problemas del estado e intentar no mostrar una actitud intervencionista que choca claramente con nuestra Constitución.Lo cierto es que tienes razón cuando dices que se debería limitar a cumplir la ley, pero parece que aquienes están por encima del bien y del mal poco le importan nuestra decisiones o nuestras ideas. No se trata de hacer una crítica gratuita o una muestra de anticlericalismo; ante temas como el de la dictadura no valen las medias tintas y, en este caso, la Iglesia suele mostrar esta actitud. Quienes apoyaron el golpe, fomentaron la represión y cuando no callaron, tratan ahora de olvidar su pasado, tal vez en la línea de una buena parte de esta sociedad que quiere que no se traten demasiado los comportamientos o actitudes de los españoles en las primeras décadas de la dictadura sino, única y exclusivamente, su papel al final de la misma. O sea, en línea con la idealizada transición a la democracia, todos fuimos críticos con Franco, nadie tuvo nada que ver con el franquismo y, por todo ello, lo mejor es pasar página y ser felices, que el pasado sólo le interesa a algunos locos que no piensan en nuestro futuro.Así de simple y así de triste. Por eso no debe extrañarnos que haya muchos que se nieguen a la retirada de algunos símbolos franquistas,es parte de la historia, de su historia y de sus vidas. Lo más sencillo hubiera sido afrontar este tema desde un principio pero, a veces, olvidamos la raíz del problema, la evolución del país, etc. Pueden existir calles con nombres de franquistas, pero lo que parece impropio de esta democracia es el culto anacrónico, como ocurre en Santa Cruz o en otros sitios donde aún hoy perviven símbolos del franquismo en edificios públicos que acogen a instituciones de la democracia.
Lo que tengo claro es que todo esto necesita de un debate serio y sereno y no sé si la Ley de la Memoria ha contribuido a ello y, por supuesto, tipos como Moa lejos de favorecer, entorpecen intencionadamente cualquier tipo de discusión.
Al hilo de Lagunas de la Memoria y de Franco no aniquiló a los rojos, los escarmentó.
Estoy totalmente de acuerdo que la Iglesia es una institución privada, y por tanto puede hacer y deshacer, decir y condenar lo que crea que es más beneficioso para su “empresa”. Por tanto, no puedo culparles de haber estado a lo largo de dos mil años de historia de parte de quienes les protege y le da beneficio. Y es que es así, queramos o no, todo se mueve en productividad y en beneficios. Por muy pasional que seamos, aunque tengamos unas ideologías muy claras, las tomamos por nuestros propios intereses, y por tanto por nuestros propios beneficios. Quizá suene muy duro, pero somos individuos (individual) con la capacidad de tomar nuestras propias (individuales) decisiones. Por eso creo que el concepto de solidaridad sin unas necesidades y unas intensiones detrás no puede sustentarse.
¿A qué viene esto? A que me parece totalmente humano, incluso lógico y correcto, que cada persona tome parte en cualquier conflicto según lo que mejor le convenga. ¿Es diferente a caso la Guerra Civil del siglo XX a las guerras civiles carlistas, de Sucesión o la que lleva a Isabel I al trono? Rotundamente, no. La Guerra Civil y el franquismo nos quedan cerca, pero como historiadores hay que ser fuertes y ser capaces de ser analíticos y no sentimentales. Busquemos los intereses y los motivos que llevaron al conflicto y no juzguemos a ningún bando. No sé a ustedes, pero a mí, una de las primeras cosas que me enseñaron en esta carrera fue no expresar si algo era bueno o malo.
¿Nadie se ha atrevido a comentar la Ley de la Memoria Histórica? Yo la llamaría la Ley de la Desmemoria Histórica. Comprendo que a muchas personas aún hoy en día la injusta Guerra Civil y las represiones franquistas les produzcan grandes sufrimientos. Nadie se merece ese tipo de heridas, y menos aún si te las han impuesto. Pero si pienso como historiador y deja un poco de lado mis sentimientos y mis ideales, creo que no es una medida correcta eliminar todos los símbolos franquistas. Por razones obvias cada vez son menos personas que aún viven y se acuerdan de la Guerra Civil, y al revés, cada vez somos más los que no hemos vivido el franquismo, incluso ni la Transición (¡Ay si todos pusiéramos de nuestra parte como en los Pactos de la Moncloa!). Pónganse en la piel de un historiador de dentro de 500 años (si aún queda alguno) que investiga ese periodo de tiempo, creo que le costaría entender el por qué de intentar borrar los vestigios de ese pasado, el intentar crear un salto en el tiempo sin conseguirlo. Lo dije más arriba y lo vuelvo a citar ahora, si quitamos las pedantes esculturas ecuestres de de Franco, también tendríamos que quitar la escultura de Felipe III de la plaza mayor de Madrid, o más trágico aún, todos los recuerdos de todos los reyes victoriosos y represores de una guerra civil, como Felipe V o Isabel la santa Católica. Ahora nos parecería absurdo, todo lo contrario, nos parece que es arte, del bueno, incluso historia. Tratamos e investigamos los conflictos de esas lejanas épocas con total desafecto. Si ser fríos es una actitud correcta para siglos pasados, también lo tenemos que ser para años más cercanos.
¿Qué pasaría si otros colectivos buscaran eliminar vestigios del pasado porque recuerdan hechos crueles? No, no es una locura. En Canarias ya sucede, los independentistas irracionales ya hacen hincapié en ello, por ejemplo, han eliminado el pendón en La Laguna. Del mismo modo, pueden pedir a las autoridades que eliminen cualquier “cosa” que recuerde a los “españoles” (entiéndase por español el término simplista utilizado para los que desconocen el proceso de conquista de las diversas islas del Archipiélago) que acabaron con nuestros antepasados “guanches”. Todo el casco histórico de La Laguna y Las Palmas.
Y por último, respecto a Pío Pío Moa, no he leído ningún artículo ni libro de este señor. Y no me interesa lo más mínimo su opinión, simplemente y llanamente porque no especialista. Pero que publique y venda libros como churros no me parece mal. Se ha sabido ganar a un público porque me imagino que será un buen novelista, porque a fin de cuentas, eso es lo que es. Y deberíamos aprender de él, por supuesto no de su contenido, sino de su continente. Nosotros no hemos sabido ganar nunca al público. Sólo les recuerdo que únicamente Theodor Mommsen ganó el premio Nobel de literatura en 1902 con su Historia de Roma. Y finalmente, mi pregunta es: ¿Queremos llegar y abarcar a más público y que la gente conozca la historia de personas especializadas o todas nuestras actividades van a ser academicistas? Creo que ni una cosa ni la otra, o mejor dicho, las dos cosas. Deberíamos seguir, sin ninguna duda, con nuestras actividades científicas, a la vez que podamos hacer otras cosas para el público en general. Como por ejemplo, historias noveladas sin faltar a la verdad de los hechos. ¿Alguien se apunta a crear pequeñas historias de la Historia?
¡Espero que alguien me de caña!
El segundo anónimo (y este) es Temístocles quien lo escribe. No sabía cómo poner mi seudónimo. Disculpen.
Querido Temístocles: Como diría el sabio, una cosa es una cosa y otra cosa es otra. Estoy de acuerdo contigo en que no podemos suprimir de golpe todos los símbolos franquistas, pero también es evidente que hay muchos que no nos representan de ninguna de las maneras. El problema es definir correctamente el criterio,
porque no hemos de olvidar que el franquismo no tuvo ningún reparo en cambiar o eliminar los símbolos de los regímenes precedentes. Por eso un criterio bastante saludable a mi entender podría ser el de eliminar los símbolos que sustituyeron a alguno preexistente, y mantener los de las calles o edificios que se crearon durante la dictadura.
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