miércoles, 17 de octubre de 2007

¿Yo de mayor quiero ser científico?

Más de una vez nos topamos con determinados personajes que, destacando sobremanera en algún campo, resbalan irremediablemente por el abismo en otros muchos. Hasta ahora eso venía ocurriendo de forma más o menos asidua en el mundo de la farándula o el deporte. En esos ámbitos es muy habitual comprobar cómo saber interpretar canciones melódicas o darle patadas a un balón no tiene por qué ir necesariamente ligado a saber que Carmina Burana no es una prestigiosa soprano búlgara. Y ya no hablo de nuestra clase política (entiéndase por "clase" desde el ayuntamiento donde resida el lector de turno hasta la ONU, deteniéndonos en cada uno de los peldaños de la escalera), ya que para pertenecer a ella ni siquiera hay que haber demostrado habilidad alguna.
La novedad la encontramos en la prensa de hoy. Resulta que uno de los descubridores del ADN, James Watson, afirma que las personas de raza negra son menos inteligentes que los de raza blanca. Y se queda tan ancho. Pero no piensen ustedes que este hombre es un racista. Hace diez años parece que ya propuso que las mujeres que estuvieran embarazas de hijos homosexuales (¿cómo saberlo?) pudieran abortar. Y no decía nada del color de la piel de los futuros pecadores.
Personajes de este tipo demuestran que ser una eminencia en su pequeñísimo campo de conocimiento no lo hace admirable para los demás en todas las demás facetas de la vida, y que la ciencia por sí sola no garantiza la adquisición de sentido común mediante su práctica.

PD: A este hombre, tan preocupado por la ineficacia de las políticas sociales (sic) desarrolladas por los occidentales en África, tal vez le convendrían dos o tres lecciones de Historia. Igual entendería un poco mejor ciertas cosas, aunque ese conocimiento provenga de una disciplina que no siempre sea considerada como ciencia.

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